El estrés y la longevidad
La
Universidad de Wisconsin realizó un estudio en el cual les pidieron a cerca de
29,000 personas que calificaran sus niveles de estrés en el pasado año junto
con cuanto pensaban que el estrés había afectado su salud. Durante los
siguientes ocho años, se usaron los registros públicos para anotar la muerte de
cualquiera de los sujetos. En los resultados, la gente que reportó tener altos
niveles de estrés y que creían que había tenido un alto impacto en su salud,
tuvieron un incremento del 43% de riesgo de muerte. Por otro lado, aquellos que
dijeron tener mucho estrés pero que no lo percibían como algo negativo,
estuvieron entro los sujetos con menos probabilidades de fallecer comparado con
los demás participantes del estudio.
El
dar a otros y el estrés
Michael
J. Poulin, de la Universidad de Buffalo, junto con su equipo entrevistó a casi
850 personas de edades entre 34-93 que vivieran en Detroit, Michigan. Los participantes
tenían que reportar eventos estresantes del año pasado y cuanto, durante el
mismo periodo, habían ayudado a otros. La muerte de cualquiera de los
participantes era registrada y rastreada con ayuda de los registros públicos.
En sus resultados, cada situación estresante incrementaba el riesgo de muerte
en un 30%. En general, ese incremento de riesgo era disminuido o borrado en
aquellos que reportaron altos niveles de ayuda a otros incluso cuando se
encontraban con más situaciones estresantes.
Crecimiento
de células cerebrales en las zonas de aprendizaje del cerebro con moderados
niveles de estrés
En
un estudio realizado en 2013 en la Universidad de California, Berkeley, ratas
adultas eran inmovilizadas en un espacio reducido y permanecían en esas condiciones
por tres horas. Dos días y luego dos semanas después, se les aplico una prueba
de condicionamiento por miedo, la cual evalúa la reacción de “congelación” de
las ratas o su comportamiento de evitación cuando en un contexto en el que el
pasado conduce a una consecuencia negativa, como un shock. A esta medida se le
conoce como “memoria de extinción del miedo”.
En los resultados, las ratas inmovilizadas mostraron niveles elevados de
corticosterona (el equivalente de cortisol en los humanos). Al mismo tiempo,
hubo un aumento en el crecimiento de las células madre neurales en su
hipocampo, un centro de aprendizaje importante del cerebro. En comparación con
el grupo de control, estas ratas tenían resultados similares en la prueba de
memoria de extinción miedo dado dos días después de la estresante inicial, pero
mostraron una mejoría significativa en la prueba después de dos semanas.
Hormonas
de ayuda en zonas vulnerables y el estrés
Ya
se ha descubierto que pequeñas cantidades de estrés inician la redistribución
de células inmunes, lo cual ayuda en la supervivencia al enviar protección
donde el estrés está siendo causado. Investigadores de la Universidad de
Standford buscan más acerca de cómo las hormonas del estrés causan esta
reacción. Las ratas eran contenidas por periodos de dos minutos a dos horas o
eran inyectadas con hormonas del estrés para imitar los eventos de la reacción.
En los resultados, después de ser sometidas al estresante, la concentración de
la mayoría de células inmunes monitoreadas seguía un patrón de incremento y
disminución en la sangre de las ratas. También, hormonas específicas
estimulaban reacciones únicas en una subpoblación de células inmunes. Los
investigadores esperan encontrar la forma de predecir cual hormona administrar
para estimular la agregación de células inmunes en una zona vulnerable, como en
una situación de estrés.
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